Viajando en una carretilla con un amigo, Eyre no está seguro de si valió la pena salir de la perrera esta noche. Era necesario seguir jugando al rizador, volar el vape bajo la cola y dormir, y no buscar aventuras en la polla. Pero el encuentro con Koko cambia radicalmente la opinión de Tugger, porque para un par de cientos conseguir una noche porno familiar real con un neopreno tan flexible en miniatura es un gran acierto.